Creció en una familia tradicional y “conservadora”, donde la menstruación era un tema que se susurraba a media voz, como si fuera algo vergonzoso o malo. Desde que tenía memoria, Ruth Esther escuchaba a las mujeres de su familia hablar en tono bajo, evitando mirar a los ojos mientras mencionaban “el periodo” o “el quebranto“. Nunca hubo una conversación abierta en su hogar. Cuando Ruth comenzó a menstruar a los 12 años, el miedo y la incomodidad la invadieron. No sabía cómo manejar lo que sentía, ni qué hacer con ese proceso que, aunque natural, estaba rodeado de una atmósfera de secreto y rechazo.
Durante años, Ruth Esther vivió con la creencia de que la menstruación era algo malo. Creció con la idea de que las mujeres “no debían hacer ruido” acerca de su periodo, que las toallas sanitarias debían estar escondidas en su mochila, irse al baño con una carterita siempre que tuviera el período y jamás compartir sobre eso. La sociedad le había enseñado que la menstruación debía esconderse. A medida que pasó la adolescencia, Ruth desarrolló una relación conflictiva con su cuerpo, hasta que, ya como joven adulta, encontró otras amigas que hablaban de ello con soltura y comodidad. Poco a poco, decidió investigar más a fondo, leer libros y consultar fuentes fiables. Fue entonces cuando entendió que la menstruación es un proceso biológico completamente natural, y que la desinformación solo alimentaba la vergüenza y el estigma. Hoy, como adulta empoderada, Ruth Esther se siente orgullosa de compartir su experiencia, educar a otras mujeres y romper los tabúes que la marcaron en su juventud.
Mitos sobre la menstruación
La historia de Ruth refleja la realidad de muchas niñas y mujeres que, debido a la falta de información y el peso de los mitos, crecen con una visión distorsionada de la menstruación. Algunos de los mitos más comunes son:
🔶 La menstruación es sucia e impura.
🔶 No se debe hablar de la menstruación delante de niños y hombres.
🔶 No se debe cortar frutas y flores cuando se tiene el periodo.
🔶 No debes lavarte la cabeza ni nadar en piscinas con el periodo.
Estos mitos, que parecen inofensivos, refuerzan una visión negativa de la menstruación, creando una atmósfera de vergüenza y culpabilidad.
El daño que estos mitos pueden causar a las niñas
El desdén por la menstruación puede tener un impacto emocional profundo en las niñas. El miedo y la vergüenza asociados a su primer periodo pueden causar inseguridad y ansiedad. Algunas pueden incluso sentirse desconectadas de su propio cuerpo, lo que podría generar trastornos psicológicos a largo plazo. Además, la falta de información precisa puede dificultar que las niñas aprendan a cuidar de su salud menstrual adecuadamente, lo que podría derivar en infecciones y problemas de higiene.
El desconocimiento también puede llevar a la falta de autoconfianza. Las niñas que no entienden lo que les sucede a nivel físico y emocional pueden sentirse inadecuadas o “raras“, lo que afecta su autoestima. Es fundamental que las niñas crezcan sabiendo que la menstruación es algo natural, que no hay razón para sentir vergüenza y que deben cuidar de su higienede manera adecuada.
La importancia de hablar sobre la menstruación en casa
Es fundamental que en los hogares haya conversaciones abiertas sobre la menstruación. Las madres, padres o cuidadores deben ofrecer información veraz y comprensible sobre qué es la menstruación, cómo ocurre, y qué productos existen para gestionarla. Al hablar con honestidad, se elimina el estigma que rodea a la menstruación y se ayuda a las niñas a sentirse empoderadas. Esto también crea un ambiente de confianza, en el que las niñas pueden hacer preguntas sin sentirse juzgadas. Las familias deben proporcionar a las niñas un espacio seguro donde puedan expresar sus preocupaciones y miedos.
La importancia de hablar de menstruación en las escuelas
Las escuelas desempeñan un papel crucial en la educación sobre la menstruación. No solo es necesario enseñar los aspectos biológicos de este proceso, sino también su impacto emocional y psicológico. Las niñas deben saber que menstruar no es motivo de vergüenza y que es un proceso que viven todas las mujeres. Además, es importante que los niños y futuros hombres aprendan sobre la menstruación para desarrollar empatía y apoyar a sus compañeras en este proceso natural.
Las políticas escolares también deben incluir el acceso a productos menstruales y baños adecuados. Las niñas deben sentirse cómodas en sus aulas y no ser excluidas o estigmatizadas durante su periodo. La educación sobre la menstruación debe ser inclusiva, accesible y enfocada no solo en los aspectos biológicos, sino también en el bienestar emocional de las estudiantes.
Responsabilidad de gobiernos y la sociedad civil
Es crucial que los gobiernos tomen medidas para garantizar que todas las niñas y mujeres tengan acceso a productos menstruales y a instalaciones sanitarias adecuadas. En muchos países, el costo de los productos menstruales sigue siendo un obstáculo para muchas personas. Los gobiernos deben proporcionar toallas sanitarias y otros productos de manera gratuita o a precios accesibles. Además, deben garantizar que las escuelas cuenten con baños limpios y privados, donde las niñas puedan cambiar sus productos menstruales con dignidad.
La sociedad civil también tiene un papel importante en este proceso, fomentando campañas de concientización y apoyando la eliminación de los tabúes. Las organizaciones comunitarias pueden ofrecer talleres educativos y crear espacios donde las niñas y las mujeres puedan compartir experiencias y aprender sobre la menstruación sin miedo ni vergüenza.
Es vital que trabajemos para cambiar la forma en que hablamos de la menstruación. Para las niñas, una menstruación sin tabúes es un derecho, no un privilegio. Solo entonces podremos lograr que las niñas, como Ruth Esther vivan su menstruación con orgullo y seguridad.