Como madres y padres experimentamos grandes alegrías juntos a nuestros hijos, y al mismo tiempo, grandes retos y situaciones que pudieran poner a prueba nuestra paciencia y tolerancia. Cuando estos momentos surgen, gran parte de los seres humanos recurren a su reflejo primitivo de protegerse, física o emocionalmente, utilizando su fuerza contra los demás.
Sin embargo, el maltrato físico no debe llegar a convertirse en la forma idónea para resolver los conflictos. No debe serlo entre adultos y sobre todo, de adultos a niños. Por eso, quiero proponer algunas alternativas para poder colocar límites en el hogar sin recurrir a las pelas, gritos, castigos o humillación verbal.
Cálmate tú primero
Nadie puede ofrecer la calma que no posee. Así que el ejercicio de mantener la paciencia debe iniciar por ti. Saber reconocer cuándo explotas, qué desata tu ira interior y cuáles frenos puedes colocar para no agredir, es un trabajo consciente que debes practicar con autoconocimiento y autocuidado.
Bájate a su nivel, pregunta y escucha
Con regularidad, nuestros hijos hacen algún berrinche o rabieta por alguna necesidad no suplida. Sobretodo los más pequeñitos. Así que cuando ya hayas respirado y encontrado tu paz, recuerda que es un niño y que por algo actuó de esa manera. Indaga con preguntas y escucha lo que tiene para decirte antes de reaccionar violentamente.
Conversa y explica
Luego de haberlo escuchado y entendido qué fue lo que pasó o qué desató ese comportamiento inadecuado, es momento de recordarle cuál es el límite (en caso de que haya rayado las paredes de la casa), dejarle saber cuál es la consecuencia de su actuar (ahora deberás limpiarla) y explicarle porqué eso no estuvo bien.
Utilizar las situaciones cotidianas del día a día para educar a nuestros hijos en valores es el mayor regalo que haremos para su desarrollo integral a futuro. Talvez en esa conversación te diste cuenta que tu hijo pintó las paredes porque en el colegio hay una pared de pintar, te acerca al entendimiento y te permitirá recordar las reglas de la casa y llegar a un acuerdo de delimitar un espacio de la pared de su cuarto para pintar.
Los tres pilares de una crianza con respeto son el amor, los límites sanos y la empatía. Mientras más rápido entendamos que no somos nosotros contra nuestros hijos, más nos acercaremos a un hogar armónico y libre de malestares.
Cosechar una relación con nuestros hijos no es algo que se desea, sino que se cosecha con pequeñas acciones de amor y aprendizajes día a día.
